Creo que en mi vida he llorado tanto con una serie. A mí, que no se me salta la lágrima fácilmente, me podríais ver por un agujerito completamente devastada (deshidratada, even) en ciertas partes de esta serie coreana de Netflix, basada en una historia real, que sigue la vida de Oh Aesun, la hija de una de las últimas haenyeo (o pescadoras de buceo libre) de la isla de Jeju.
Un apunte filológico (en algo se tiene que notar esos añitos en Anaya). El título original en coreano (‘폭싹 속았수다’) significa literalmente "Me engañaron", que en el idioma de Jeju se utiliza para expresar algo así como "Gracias por tu arduo trabajo". En inglés y en español se ha utilizado el dicho “Si la vida te da limones, haz limonada”, con un sentido similar, el de adaptación a la adversidad, y se han sustituido los limones por las mandarinas, típicas de la isla.
La serie tiene 16 capítulos y está narrada por la hija de Oh Ae-sun (Yang Geum-myeong), con cada capítulo centrándose en un concepto de manera más o menos cronológica, alrededor del cual se construye la narrativa con saltos en el tiempo para ilustrarlo, de manera que el espectador va descubriendo detalles en cada episodio y cómo se reflejan en otras etapas de la vida de Oh Aesun y su familia, y el presente.
Si tuviera que explicar de qué trata, diría que es una historia sobre el amor. Si tuviera que explicar por qué me gusta, diría que es una serie profundamente costumbrista, una pieza de época, por así decirlo, pero no al uso. Y ya sabéis que me gusta un costumbrismo más que a Galdós y una pieza de época más que a Jane Austen.
¿Es una historia sobre el amor romántico? Sí y no. Yo creo que abarca mucho más que eso, aunque la relación entre la protagonista y el que llega a ser su marido (Yang Gwan-sik), o entre los protagonistas si nos ponemos tiquismiquis (aunque para mí, ella es la pieza central) es esencial para la historia.
Se la recomendaba justo hoy a mi profesora de coreano y me preguntaba: “¿No es muy ñoña?”, y yo le decía: “En el buen sentido, profe”. En el sentido de profunda, emotiva, relevante, catártica, sí. Además, en mi humilde opinión de mera espectadora, está muy bien hecha, el ritmo es adecuado y, con esos saltos a diferentes partes de la vida de Ae-sun, te mantiene interesado en qué detalle o qué historia nueva vas a descubrir en cada episodio.
Veo muchos dramas coreanos, y aunque disfruto de los típicos con sus clichés propios (el CEO ricachón chaebol con la empleada, el grupete de amigos de ella y amigos de él, la pareja secundaria que casi te gusta más que la principal, esas caídas en brazos tan planeadas, cero contacto físico hasta el abrazo en el episodio 8, etc.), son pocos los que verdaderamente destacan. Este es uno de ellos. Han logrado, desde mi punto de vista, que una historia con valores fundamentalmente coreanos resulte bastante universal.
Y el mejor dato: a diferencia de otros dramas románticos, este tan peculiar está basado en la historia real de Hong Kyung-Ja y su marido Kim Seung-hwa.
No todo es El juego del calamar.